El célebre naturalista francés Buffon señaló en su día que «el discurso de la naturaleza no es más que la naturaleza transformada en discurso». María Negroni se propone rastrear las representaciones de la naturaleza —o sumergirse en la naturaleza escrita— en las que la unión de lo visible con lo enunciable produce un conjunto dotado de sentido. Así, recrea con inmenso lirismo los sueños de los clásicos griegos o medievales, el fervor naturalista que atestiguan los viajes de exploración y «descubrimiento» del Renacimiento, y la fascinación que, durante el Siglo de las Luces, culminó con la Enciclopedia. Un viaje sugestivo y cautivador, desde los tiempos de Lucrecio hasta la actualidad, y un homenaje a la naturaleza como una de las creaciones literarias más fabulosas.
«La escritura de Negroni ha levantado un mundo en el que se reconoce y se explica, en el que se refleja y se comprende. Es un mundo hecho de edificios en el que se percibe el cuidado de las elecciones y las afinidades».
Carlos Pardo, Babelia
A partir de películas icónicas del género, María Negroni realiza un análisis de la estructura del Film noir y de sus tópicos más recurrentes: la noche, el crimen, el detective, los matones y la traición, el robo o la muerte, ubicando en el centro a la figura de la femme fatale. Un recorrido para comprender el género en todos sus niveles, tanto para quienes quieran aproximarse por primera vez como para quienes quieran adentrarse en los subsuelos más profundos de estas ciudades.
Con una profunda mirada sobre el estilo, la sexualidad y el lenguaje, resalta el lugar del relato como una firma inconfundible de uno de los géneros más oscuros y cautivantes del cine, tenso e irónico a la vez, con especial empeño en los duelos verbales, los flirteos lingüísticos o las insinuaciones y desde el cual se desenvuelve todo el film para resaltar el drama de la historia, la fotografía, los planos torcidos, los claroscuros y la indudable presencia de las sombras.
Veintiún ensayos, veintitrés poetas. Un arco voltaico que se extiende, sin perder la fuerza de numen, desde Arthur Rimbaud hasta Anne Carson. Una rosa de los vientos dueña de un imperceptible movimiento rotativo que nos permite variar la disposición de sus puntos cardinales: así, Marosa di Giorgio, Alejandra Pizarnik, H. A. Murena, Juan Carlos Bustriazo Ortiz; pero también Marianne Moore, Anne Sexton, Emily Dickinson, Louise Gluck… Y la rotación prosigue hasta agotar un catálogo cuya lectura bien podemos imaginar inagotable. En cada uno de ellos, Negroni privilegia la condición del exilio vivido o asumido como un punto de partida -o de llegada-. Pero, debo añadir, la inteligencia de una poeta y ensayista como María Negroni no se contenta con esa primera averiguación, ese tenue hilo conductor que veremos aparecer aquí, desvanecerse allá. En cada uno de estos ensayos es notoria la impronta de su propio pensamiento, el santo y seña de su quehacer en el campo de la poesía.
Jorge Esquinca.
En este libro se encontrará tanto una colección de ensayos como una bitácora de lecturas y, también una antología esencial y una guía a través de los itinerarios vitales y estéticos de un conjunto de poetas norteamericanas que conforman, gracias a la disección minuciosa y lúcida que propone Negroni, un recorrido enriquecedor para pensar la poesía escrita por mujeres y, por supuesto, trazar paralelos entre vida y poesía.
El arte del error ofrece un compendio de los trabajos que la poeta argentina Maria Negroni ha dedicado a algunas de sus figuras predilectas, de Rimbaud a Bruno Schulz, de Walter Benjamin a Xul Solar, pasando por Emily Dickinson, Robert Walser o Edward Gorey, entre otros. Voces tutelares que le recuerdan, una y otra vez, que "escribir es como abrazar a un cuerpo que no se ve", en palabras de Bernard Nöel, y que la escritura busca siempre lo mismo: rebelarse contra el automatismo y las petrificaciones del discurso, que cancelan el derecho a la duda. El resultado es una defensa apasionada de la literatura como un modo radical de la libertad. Uno de los malentendidos más viejos en materia literaria es el que se empeña en clasificar las obras en categorias, generos, escuelas, alli donde, en sentido estricto, no hay mas que autores, es decir, aventuras espirituales, asaltos y expediciones dificilisimas que se dirigen a un núcleo imperioso y siempre elusivo.
A escrita e a literatura como possibilidades desordenadoras das acomodações e que convidam a cada um, escritor e leitor, podemos pensar, a se perder (assim como Walter Benjamin nos lembra de que para conhecer uma cidade é preciso deixar-se perder nela, como podemos nos deixar perder em uma floresta). E nessa direção escolhe falar a partir da leitura de autores que nem sempre aparecem nas vitrines ou nas mesas mais expostas das livrarias; mas que são aqueles que lidam de perto com o desafio de escrever perto das bordas e dos limites, ali onde quase pode faltar a linguagem, onde mesmo lidam com a falta de linguagem como riqueza no exercício de localizar o vazio; fugazes, transversos, que com seus movimentos desafiam as petrificações e as tentações dos sentidos únicos. O “errar” aqui é precioso, é próximo à falta, ao equívoco, que nos devolvem as possibilidades dos outros sentidos, das polissemias, das errâncias, da criação.
Lucia Serrano Pereira
La lista de autores que recorre Negroni, alejada del ensayo académico y muy cerca de la poesía, es impresionante y totalmente deseable, desde Bram Stoker hasta Fritz Lang, de Kafka a Pizarnik y Julio Verne, de Bioy Casares versionado por Alain Resnais a la amargura de Raymond Chandler, encarnada en Humphrey Bogart. Y también, de la literatura más canónica a esas novelitas que se leen con una linterna abajo de las sábanas, o esas películas que tienen como cómplice la oscuridad del cine para embebernos en la maldad más irreparable. Ya en los ensayos de Museo negro (1998), con la teoría de que el terror en el gótico se configura de modo espacial, en altísimos castillos y mansiones donde anida aquello que la cultura no quiere sacar a la luz –muchas veces, chicas muertas–, la autora avanza abriendo pequeñas puertas al miedo y la melancolía. Film noir completa el triángulo con su colección de desolaciones y es probable que al terminarlo una sienta que el mal es indestructible –al menos, tanto como el deseo– y que no hay cosa más atractiva que su belleza negra. La noche tiene mil ojos es un recorrido por las formas del mal como una fuente valiosa de revelaciones sobre la cultura.
Marina Yuszczuk
María Negroni escribe como nadie y lee lo que nadie. Es la descendiente única de un linaje rarísimo que ella misma venía revelándonos en Museo negro (1999) y en Galería fantástica (2009), libros que encuentran en este Pequeño mundo ilustrado el cierre de una trilogía provisoria pero infinita: puesta en abismo. Yo persigo una forma que ya, casi, encuentra mi estilo, podría haber anotado la autora al final de esta obra que, inclasificable, desbarata el arte de la clasificación como una niña sus muñecas. El Borges que veneraba los catálogos (pero no el Borges decoroso y sobrio) hubiese envidiado secretamente este libro. Michel Foucault o Roland Barthes, en cambio, lo hubiesen leído entregados, en el trance de un goce extremo, capturados en las epifanías incontables de sus páginas. Sade, Carroll, Pizarnik o Felisberto Hernández lo hubiesen amado de manera incondicional y vitalicia. ¿Qué encontrará aquí el lector? Lo encontrará todo, pero lo hará para perderse en el hambre insuprimible de lo que resta por acopiar y se sustrae. Innumerable inventario de inventos imposibles y perturbadores, coleccionados a su vez por artistas locos que son niños solos, tan caprichosos como la serie alfabética en que María, con amor y crueldad maximalistas, finge ordenarlos para que recordemos que el yo es un fraude, la civilización una cárcel hipócrita, el tiempo una patraña.
Miguel Dalmaroni
En este libro de ensayos, la autora argentina María Negroni interroga los textos más importantes de la literatura latinoamericana del siglo XX – entre ellos Aura de Carlos Fuentes, La muñeca menor de Rosario Ferré, Las hortensias de Felisberto Hernández, La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, "El impostor" de Silvina Ocampo o "Las babas del diablo" de Julio Cortázar – para postular una poética de oposición a la moral soleada (y petrificante) del status quo. Leyendo dichos textos como una suerte de deriva del gótico europeo y norteamericano del siglo XIX, que abrió, en su tiempo, una gangrena en el costado del Iluminismo, consigue una mirada nueva sobre un género tan fértil como díscolo dentro del panorama literario continental. Y en esos “teatros del mundo miniaturizados, en esos pequeños teatros del yo” que son los relatos, consigue formular algunas preguntas poco frecuentes (o poco articulables) que hacen trastabillar la realidad, ampliando de ese modo el abanico de lo concebible. En palabras de la autora: “Por un instante, algo invade algo y las jerarquías se borran. Entra el aire por alguna rendija invisible. Como en la poesía, en este tipo de relatos, la incredulidad queda, por un instante, suspendida y lo menos temeroso de nosotros mismos halla consuelo y agradece.” Esta obra fue la ganadora del 6º Premio Internacional de Ensayo y Narrativa de Siglo XXI México.
La poesía de Alejandra Pizarnik es uno de los clásicos más poderosos de nuestra literatura, con impacto prolongado, incesante, y siempre intensamente perturbador. Quedar conmovidos de modo indeleble por ella es una experiencia singular y a la vez compartida. En cambio, es muy infrecuente que del amor fiel a las huellas imborrables de esa lectura resulte -como aquí- otro clásico, el ejercicio a la vez crítico y poético de una ética de la entrega.
Este libro de María Negroni es al mismo tiempo la rara voz de un acontecimiento que no cesa, una arenga convincente a favor de la guerra que la poesía libra de modo extremista contra la subjetividad y contra las patrañas de la Cultura, una delectación de la inteligencia crítica y una epifanía de la incertidumbre.
Miguel Dalmaroni
Este libro no es un libro sobre lo gótico, es un recorrido y una ética de las transformaciones vitales, que hace de las tinieblas y del horro una imagen furtiva de la existencia, y una poética filosófica en donde se intercambian la vida y la muerte. Este libro está escrito como un sello.
Nicolás Rosa
Museo negro, anagrama de María Negroni. Galería inquietante en la que se conjugan vértices lógicos y metafísicos de una estética que excede al bienestar. Texto que logra capturar el esplendor del deseo. Colección de agudas reflexiones: la fantasía y su poder traumático. En la tradición de Borges y Rest, Negroni exhibe las grietas constitutivas del arte, escándalo sublime.
Liliana Heer
La ciudad gótica es isla, vacío, abismo y está en todos lados, como un dios clandestino que se carga por el mundo; por ella se atraviesa, en ella se escribe y se ama. María Negroni, en un estado transhumante, aísla allí los sentidos, fijando lo que se escamotea en el anverso de las cosas, haciendo, sin exagerar, la fenomenología de una ciudad nómade, ella también, por un juego de identificaciones poéticas.
Tununa Mercado, Narrar después, 2006